Saturday, August 24, 2013

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Vuelve cada año el sabor popular. Retoma el vuelo para aterrizar al ocaso del estío. Incombustible tradición de muy antaño, que toma relevo como seña de identidad entre dos ciudades hermanas.
Guadix y Baza se engalanan, quitándose los trajes de feria, para recibir con el color de la tierra, roja arcilla, el abrazo de la historia. Predilecto septiembre que saca a las calles a sus paisanos para ver y acompañar al Cascamorras, figura más que eterna en nuestras costumbres.

Electo accitano, en cuyos brazos reposa el honor, de hondear la bandera, y vestir el traje de arlequín que una vez tras otra es portado por diferente figura. Ni que decir tiene la responsabilidad e importante labor, partiendo de la humildad, que tiene la Hermandad de la Virgen de la Piedad, madre del Cascamorras, para que todos los bastetanos salgan a disfrutar al tintar al “enemigo”, que sin timidez alguna se filtra en sus tierras para conseguir lo que históricamente se piensa que le pertenece. Hacen bien estos vecinos nuestros, en custodiar sacra estatua que representa tanto para todos.

Viaje que comienza de madrugada, oscura la noche pero nunca apagada, desde el río Guadix. Despedida de paisanos para que la suerte anualmente acompañe a nuestro valiente caballero, en su odisea por montes escarpados. Transcurso entre hoyas, donde avista el increíble paisaje al borde de la Sierrade Baza o el Cerro Jabalcón, dejando atrás, el brillo de Sierra Nevada. Pedestales de la naturaleza que guían al peregrino en su caminar. Destino que prende la mecha del clamor popular. Por mucho que pase el tiempo, imbuidos en nuestra propia cultura dejamos que los años pasen de largo. Ciudades eternas que renacen en el siglo XVI. Hermética se aprecia, y es la esencia que se mantiene lo que es digno de que la gente foránea venga a admirar nuestra riqueza inmaterial.

El frustrado regreso dejó de ser sorpresa, aun así, no cabe duda de que ansiamos la llegada de Cascamorras, pues la valentía tiene su lugar en la derrota.
Desde el Barrio de la Estación acompañan las generaciones accitanas y nuevos visitadores, haciendo acopio de sus maneras, con los cohetes anunciadores de la carrera. En defensa de su persona, el sucesor de Juan Pedernal corre entre las tintadas masas, soportando algún que otro chaparrón de balcón vecino, hasta llegar a la célebre fuente que hace honor a su persona y tradición.

No quisieran mis letras despedirse, sin hacer mención a uno de los hombres que hicieron posible, junto con Juan López Lechuga, la fiesta del Cascamorras. Nuestro entrañable vecino, Juan Martínez Valero, un cascamorrero de impronta, de los iniciadores de este largo camino que hoy día recorremos con orgullo todos sintiéndolo más que nuestro. Gracias a esas personas que han luchado por conseguirlo.


¡Viva la Virgen de la Piedad

¡Viva el Cascamorras!

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