Las flores marchitas de la primavera árabe están mostrando su cara más amarga. En concreto el loto de Egipto ya deambula ciego y apagado por las turbias aguas del Nilo. Las arenas de las dunas regadas de sangre civil, mientras que la metralla conquista las pirámides. Desalmados insurrectos que se adentraron a despedazar las entrañas del conocimiento de todos los tiempos, en el aparente ya sitio vengado y maldito de la Real Biblioteca de Alejandría.
La rebeldía se ha hecho carne con la piel que envejece el libro de los muertos. La religión se ha profanado y sus seguidores se han armado para vencer la ilegitimidad de sus promesas. La primavera brotaba cambios y la plaza Tahrir se vestía de gala por el Cairo entero festejando la llegada de una nueva Era más esperanzadora para el pueblo de Egipto.
A mi parecer, en estos casos siempre abogaría por la monarquía. Institución firme y estabilizadora donde se pudiese reflejar la unión de un pueblo, ahora dividido y fragmentado entre el Ejército y los hermanos Musulmanes. El rey Faruq, derrocado al estilo de nuestro Alfonso XIII, prefirió marcharse ante el golpe de Estado de Nasser, antes que iniciar una guerra civil, cosa que ahora está al borde de tener lugar y que si desde el exterior no se remedia, pronto el ánimo de Siria volará hasta la vecina esfinge para tintar de odio y verborrea enfermiza, confrontado en fratricidio a una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Una generación caída, la del rey Faruq y su hermana, que falleció el pasado 2 de julio, Su Alteza Real la princesa Fawzia y exemperatriz de Irán (Persia), que deja ver en medio de esta transición la posibilidad de retornar, apoyado por la juventud egipcia de Fuad II, asentándose finalmente la democracia en el país.
No sería un atrevimiento exasperado éste, pues ya tuvieron lugar en otras ocasiones como en España, en nuestra historia más reciente y con grandes similitudes, como también tuvo lugar en Francia, cuando después de la revolución, la época del terror y el imperio napoleónico volvió la monarquía borbónica.
Lo necesario, y sin necesidad de héroes o figuras salvadoras es un sentimiento, el de patriotismo que haga que todos luchen por lo mejor para su país y experimenten la importancia y valor que tiene apostar por el bien común y el de Egipto. Escuchen la primera línea de su himno. En sus manos está dar este vergonzoso espectáculo al mundo o resucitar la grandeza de tiempos pasados que quedan impresas en las pirámides de erosionada arenisca que el viento se lleva.
Sire
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