5 de mayo de 1821. En la inhóspita isla de Santa Elena, reducto y penacho sobre los bravos mares del Atlántico, habita recluido y custodiado uno de los hombres más ambiciosos que han desfilado entre las filas de la historia de la humanidad.
Napoleón Bonaparte, cuya muerte es más que cuestionada sigue sin dejar tranquilidad en el mundo ante la idea de elementos conspiratorios contra su persona. Como es evidente, la muerte natural, es irremediablemente una opción presente, pero casi nunca creíble. La gente ya no puede morir más que asesinada por otros, pero a decir verdad, extraño era que un hombre, en base a su vida, desgastado probablemente y algo altanero que no despreciaba el buen beber como su hermano, rey nuestro, pudiese perder de vista este mundo con cincuenta y un años.
Él mismo ya sabía que tras Entonces, muchos años después de su muerte, los laboratorios de Washington arrancaron un mechón de pelo del mítico general y empezaron a poner cartas sobre la mesa. Indudablemente el arsénico fue uno de los componentes de los que más abundaba en su cuerpo, lo que los llevó directamente a la idea de homicidio, imprudente, con alevosía… buscando culpables como caza de brujas entre sus más allegados en aquella isla maldita.
Y ahora aquí, llega la verdad y conclusa de este caso tan siniestro por el que los forenses no son capaces de ponerse de acuerdo después de casi dos siglos:
Como todo el mundo sabe, el arsénico era conocido desde que el mundo es mundo por su toxicidad, siendo su uso más frecuente el de veneno para evitar plagas o animales (incluso humanos).
En cambio, durante la primera mitad del siglo XIX, se puso de moda el tinte verde, compuesto con esta sustancia mortal, por el químico sueco Carl Scheele, utilizado para el papel de las paredes de susodicho color, teñir telas, forrar muebles, etc. Claro, a pesar de tener conocimiento de lo que provocaba el arsénico, la gente decía que no se corría peligro, pues a nadie se le ocurriría lamer la pared o morder una mesa, pero gran error el de no pensar en que con la humedad el compuesto se extraía del tinte y estaría en el ambiente.
Esto hizo que las damas victorianas entre el apretado corsé y la pesada vestimenta, cuando iban a jugar a las cartas, por suponer un ejemplo, cayeran al suelo, muertas como moscas, siguiéndole miles de personas, entre ellas, encontrándose Napoleón.
Es entonces la causa de su muerte envenenamiento, no por nadie, sino inocentemente, por él mismo.
Sire
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