Monday, August 5, 2013

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“El papel es más paciente que los hombres”.

Palabras de una joven que tuvo que madurar para enfrentar los terribles problemas bélicos que se dan en el contexto en el que le tocó desenvolverse, pocas palabras y una verdad, una verdad que día con día los escritores reafirmamos, ya que el explayarse en el papel es lo que nos vuelve hasta el día de hoy en lo que somos, literatura. Esa es nuestra esencia de persona.

Una joven cándida, vivaz y con muchas dudas, y no era por menos, ya que a la edad de trece años hay más preguntas que respuestas y su tormento no era comparable ni en la época de canícula, ya que hasta un sol abrazador hubiese sido exquisito para una adolescente enclaustrada, todo el aire de la Tierra alejado de ese pequeño anexo.

Era sencillo decir tapujos a todo aquello que le remordía, ya que el ambiente transforma a las personas, y en la tempestad hasta el más leal corre el riesgo de caer en el oprobio. Tener una imagen de tus padres es vital, ya que con ello logras salir a flote en las altas mareas, pero ¿Qué hacer si tus propios padres están perdidos? Tener que salir adelante por uno mismo, ya que la adversidad vuelve maduro hasta al más taciturno.

Los años de antaño eran la salvación de los mayores y la esperanza en un futuro el de los menores, pero ni de recuerdos, ni de ilusiones se viven, había que enfocarse en el ahora; el sionismo era la fe que movía sus montañas y su rayito de sol en la cueva que los atormentaba, todos ocultaban celosamente lo que les pasaba y era por ello que una joven niña decidió refugiarse en las letras, ya que entre todos sus amigos, Kitty fue su única salvación. En el mismo diario ella hacia una reflexión de cómo ojala algún día pudiese compartirlo al mundo, pero creía que nunca a nadie le interesaría lo que una joven de catorce años, sí catorce, ya llevaba más de un año en el anexo, pudiese contarle al mundo. Y mirennos ahora, todos unos espectadores literatos de las experiencias de la señorita Frank.

Realizar una cosa fácil no demanda ningún esfuerzo. Hay que practicar el bien y trabajar para merecer la dicha, y no se llega a través de la especulación y la pereza. La pereza seduce, el trabajo satisface.”  Ana siempre dio lo mejor de sí misma, ya que toleraba los terribles platillos triviales  y no objetaba por la poca privacidad a la que era sometida, trabajaba para obtener lo mejor.

Ana Frank dejó un largo testimonio de lo vivido, creyendo que nunca nadie le interesaría, un vestigio de los terribles tratos de los alemanes, de los nazis, una experiencia contada, una semilla que revive en cada una de las páginas de los lectores; ella siempre quiso a su propia mamsie, y si queréis saber que es eso, debes de traspasar una portada, para engalanarte en las páginas de un libro.

No pretendo injuriar, solamente opinar, la decisión al final es de cada uno de nosotros.
Antes de iniciar lectura iba con la recomendación de varios amigos, “Que es un libro muy triste”, “Que es un bellísimo libro”, “Que es un libro que te hace derramar muchas lágrimas”, en fin… un sin número de opiniones, pero era hora de que juzgara por mi propia cuenta, así como pretendo que ustedes decidan hacerse de su propia opinión basándose en sus criterios personales.

En lo personal llevaba más de la mitad del libro y no me movía nada, ni alegría, ni deseo, ni tristeza, me sentía ajena y no envuelta; empezaba a tener mis dudas con respecto a todas esas opiniones y recomendaciones que me habían dado, pero al momento en que llegué a la etapa amorosa de la inocente Ana, me conmoví, me entusiasmé, me llené de alegría hasta el punto de desbordar euforia cuando la veía (o más bien leía) hablar de su amado Peter, con esos breves relatos yo me daba por bien servida, me sentía su cómplice de amores y sentía tener una amiga entre páginas, letras y palabras.

El amor de juventud fue lo que realmente me impactó de este diario-novela, porque mi sentimiento hacia la situación de los judíos no era de indiferencia, pero tampoco seré hipócrita diciendo que les tenia pesar; fue una etapa atroz que el hombre desearía borrar de su larga trayectoria, pero tenemos que asimilar la lección y vivir con las decisiones que como especie hemos tomado.

El final, en efecto, ese si que afecta, ya que fue tan inesperado, tan cortante, como huir o más bien rehuir a una despedida, me hubiese gustado cerrar mi ciclo con Ana, cerrar el libro con un final, un verdadero final, pero creo que todos aquellos que leímos la obra sabemos que siempre habrá una franja entreabierta, en la cual la despedida con Ana no se dará hasta que nos abramos paso en el reino de los cielos.

“Existen el corazón y el cerebro, siempre el uno y el otro; cada cual habla en el momento determinado, pero, ¿Cómo saber si he elegido bien el momento?”

El momento para elegir leer es nuestro, el momento para reflexionar eso ya dependerá de cada espíritu libre que se encomienda al vuelo de una época en el que no todos los seres éramos humanos.

Anely Civy

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