Wednesday, February 27, 2013

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Existe una diferencia casi inapreciable entre las dos Andalucías. Dicen que en el sur, y así es, recae el sabor de España, la tradición, la cultura más folclórica y pintoresca en pueblos blancos que enriquecida con la vega del Guadalquivir deja una gastronomía de lo más envidiable con toda clase de productos mediterráneos.

Los músicos nacionalistas como Falla, Turina, Albéniz, Granados, sabían que el significado y la seña de identidad del país no se encontraban precisamente en el norte enriquecido e industrializado, o en la capital, con tanta administración y burocracia; sino en los destellos de luz de las espigas sembradas, en el flamenco naciente del Sacromonte o en las barcazas de pescadores que echan sus redes en las madrugadas costas que fueron puerta abierta al nuevo Mundo.

Dos ciudades antagónicas por poderosas que dividen la región en occidente o en oriente, cuando en años de la reconquista la dicotomía caía en cristianos y árabes, o lo que es igual, conquistados y por conquistar. Granada y Sevilla, ambas alojaron en determinados momentos de la historia a la Casa Real, como es el caso de Alfonso X, los Reyes Católicos, entre otros Borbones y Austrias. La fuerza que tienen estas dos capitales hace inminente por cuestiones, incluso del lenguaje, evidentes. Sevilla tiene su encanto, y según Machado, nacido en la ciudad hispalense, Granada el suyo, y el de todas las demás.
Así pues se unen el resto de provincias como Huelva, Cádiz o Córdoba y las incluidas en el Reino de Granada (Jaén, Málaga y Almería) que cumple este año el milenio.
Es por este motivo, por el que se pensó en ubicar la capitalidad de la comunidad autónoma en tierra de nadie. En la frontera entre los antiguos reinos y enclave como es la ciudad de Antequera, al igual que sucedió en Extremadura, aunque el peso de la administración hispalense fue mayor recogiendo dos de los poderes, y dejándole el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en Granada, sita en Plaza Nueva.

Aun así, Andalucía está de fiesta, es su día, y aunque haya razones para marcar la diferencia, son muchas más las que nos unen. El blanco y verde como bandera, por ese mar de olivares, de esperanza, el blanco por los pueblos, por su pureza. Hércules y los leones domados como escudo entre las dos columnas del Estrecho. Son los andaluces de un  "individualismo libertario que siente el comunismo humano, evolutivo, único comunismo indestructible por ser natural, el que añoraron todos los taumaturgos; aquel que tiene un alma en la aspiración, que cada individuo llegue en sí a intensificar, de crear por sí, pero no para sí, sino para dárselo a los demás. Ese único comunismo posible que no puede llegar a crearse por artificio maquinista, sino por la alegría y por el espíritu que la alegría viene a crear"(Blas Infante, padre de la patria andaluza). De tradición, de devoción. Un pueblo cuna del nuevo mundo que ha demostrado mucho a este viejo continente.

Andaluces, levantaos,
pedid tierra y libertad
sea por Andalucía libre,
España  y la humanidad.

Sire

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