Las angustias de antaño no son más que recuerdos que se apilan con el sencillo propósito de permitirme alzar el vuelo desde que tu presencia decidió colarse en mi vida. Es cierto que diciembre no barrerá las calles, además, tantas cicatrices no se conocen con sorbos de un par de cafés; pero no necesitamos que así sea, tenemos una primavera que nos espera con la misma inocencia que lo hizo aquel primer beso, aquel tres, aquel comienzo.
Por una vez haré lo que me pida el cuerpo, dejaré de estar alineado y preso por pensamientos superfluos. Por una vez levantaré el vuelo y veré el mundo a mi favor; veré un mundo que se me presenta de frente, que me muestra un sinfín de alternativas en las que todas y cada una de ellas lleva tu sonrisa al lado de la mía.
Llevo más de lo que puedo soportar sin verte, sin tu aroma, sin el roce de tus manos en mi espalda, sin esas miradas ausentes de palabras, eternas y a las vez tan efímeras que consiguen estremecer cada ápice de mi ser. Necesito tenerte cerca, girarme en la noche, chocar con tu cuerpo desnudo, echarte el brazo por encima y sentir el roce de tu nuca contra mi nariz.
Ser el chico con el que quedas, con el que pasas una tarde de sábado, con el que das paseos por la playa, con el que intercambias instantes. No necesito que pongamos nombre a lo que tenemos, tanto tú como yo tenemos claro lo que sentimos y cómo demostrarlo. Tú y yo tenemos amaneceres pendientes.
Sonríe, con todas tus fuerzas.
Por una vez haré lo que me pida el cuerpo, dejaré de estar alineado y preso por pensamientos superfluos. Por una vez levantaré el vuelo y veré el mundo a mi favor; veré un mundo que se me presenta de frente, que me muestra un sinfín de alternativas en las que todas y cada una de ellas lleva tu sonrisa al lado de la mía.
Llevo más de lo que puedo soportar sin verte, sin tu aroma, sin el roce de tus manos en mi espalda, sin esas miradas ausentes de palabras, eternas y a las vez tan efímeras que consiguen estremecer cada ápice de mi ser. Necesito tenerte cerca, girarme en la noche, chocar con tu cuerpo desnudo, echarte el brazo por encima y sentir el roce de tu nuca contra mi nariz.
Ser el chico con el que quedas, con el que pasas una tarde de sábado, con el que das paseos por la playa, con el que intercambias instantes. No necesito que pongamos nombre a lo que tenemos, tanto tú como yo tenemos claro lo que sentimos y cómo demostrarlo. Tú y yo tenemos amaneceres pendientes.
Sonríe, con todas tus fuerzas.
Frodo
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