Adentrarte por un bosque, de árboles con copas frondosas, y follaje verdoso. Escuchar el sonido de un riachuelo cercano o el piar de los pájaros mientras muestran su vuelo por las desnudas calvas del páramo. Caminar por senderos y llegar a una casita encantada donde la magia se funde en el color, en la textura y el sentido de la inocente brisa que nos suscita la infancia.
Todos hemos sido niños, que cuando al pronunciar las solariegas palabras de: Érase una vez, ya se empezaban a deslizar por el tímpano y a desplegarse la historia ante nuestros ojos. Todo existía, dábamos por hecho la invención en realidad ¿para qué cuestionarse si algo es verdad o no? Tan solo escúchalo, suéñalo e intenta recordarlo para siempre.
Pues bien, en esa casita estamos, y ya, aunque vaga sea nuestra memoria, quizá nos podamos encontrar con que en las camas duerme Ricitos de Oro, que en el armario se esconde la abuelita de Caperucita; que en la cocina una tarta prepara para los enanitos Blancanieves, o que el caldero echa humo con la bruja de Hansel y Gretel.
Los cuentos, algunos tan astutos como las personas, son breves historias, y quizá de breves por su oralidad. No podemos olvidarnos de que, aunque disfrazados, muchos de ellos no son para niños, vienen siendo contados desde que el mundo es mundo, sus personajes han desfilado sobre las más altas cumbres de las montañas, han sido brisa en el mar y paseado entre los pueblos más pintorescos de la Europa central.
Sin pasaporte viajaron, sin entender de países fueron poco a poco recogidos plasmados del aire, a las blancas hojas donde ya, sí que sí, quedarían bien atados sin escapatoria.
Y sus cazadores, no solo fueron los hermanos Grimm -Jacob y Wilhelm, contribuyeron notablemente en la recopilación de la mayoría de las historias y cuentos de hadas, además de crear muchos de ellos y hacerlos tan entrañables que ya forman parte de una literatura infantil de todos los tiempos- sino que el mérito también lo engalanan los nombres de Charles Perrault, padre de Pulagarcito, caperucita roja o el gato con botas, y como tercera corona, al señor Andersen, de cuyo repertorio sobresalen el Patito Feo y la sirenita.
Hace dos siglos que los hermanos Grimm hicieron grandes aportaciones recompensadas con el recuerdo eterno que el mundo les aguarda, por haber entrado en sus casas en forma de cuento y haber nutrido de fantasía a todos aquellos niños constituidos de feliz ingenuidad, inocencia, y esperanza.
Sire
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