![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-qGyx9nFI6I-5DqHGNGYmncpoEZaWeFDVWMra6x1UHfcKLnFFo8aIkTaIuMiuf-N3xEKn3RuqwQBPT6Ug0bqAVh3UPAh2P7rSkjL0AbGBV3md-Rwx8YIM6iAs3AUYx5Dvtybo5wChlKg/s320/tumblr_mbu96i71Hg1qj2vs0o1_1280.jpg)
Creo que recordarás tan bien como yo aquella noche, noche de mayo. Veíamos la llena amarilla desde el puente de Triana, reflejada en pleno Guadalquivir. Agua de vida, por la que lucharon civilizaciones en tiempos pasados. Si tan solo sus orillas hablaran, narrarían las novelas más hermosas que jamás se hayan compuesto con letras, tal como la nuestra.
Una calada compartíamos, de lo que, como en antaño, esa gitana sevillana vendía. El humo de nuestros suspiros.
Te empeñaste en subir a un coche de caballos, y vimos desde la calle Sierpes, pasando por la magna catedral y la plaza de España, hasta acabar en los Jardines de los reales alcazares.
La noche era joven, tal como la luna nos dictaba: todo acababa de empezar.
Tu tuviste un poco de frío, y mi chaqueta te cedí. Yo un poco de hambre, y un beso de tus labios me regalaste, y un sabor dejaste en los míos a menta y canela. El azahar de mayo desprendía su más tierno aroma en aquellas noches frescas previas al estío.
Nos paramos en un barecito y el tabernero dos vinos de jerez nos ofreció. Tú apoyada en mi hombro, mientras mi cabeza se quedaba sobre la tuya. Y al poco, con jamón y aceitunas salió el tabernero. Parece que se me quitó el desahogo, pues difuso tengo quien comió tales manjares andaluces.
Estaba cansado y pocos eran los adoquines que la oscura velada nos dejaba ver. Entonces fue cuando con tal simpatía rememoraste al maestro diciendo:
-caminante, no hay camino
Te miré, sabía cómo ibas a seguir. Y con una sonrisa picarona acabaste:
-se hace camino al andar.
Sin hablar sentimos, paseando los dos vinos que de Jerez bebimos. Una brisa traía el río, las aguas quietas y sopesados los cánticos de los pajarillos que los árboles del parque albergaban. Los pies te dolían, a quién se le ocurre llevar tacones a sabiendas de la caminata de adoquines por las antiguas calles béticas. Con el puntillo te rebajaste en vergüenza y el vino se te subió a la cabeza. Te ibas quitando los tacones, en una mano el bolso, en otra los zapatos. Tropiezas y lo que más me gustó fue tu risa inocente, con tal encanto que te cogí en brazos.
La noche no tenía desperdicio, nada como el embrujo de la noche sevillana.
Llegamos a nuestra habitación en la azotea del Alfonso XIII, y conforme te dejé, te dormiste, y yo mientras me asomé al balcón mientras encendía un cigarro.
El humo tapaba la luna, al fondo el Giraldillo sobre la iluminada torre, jovial mientras aguardaba la ciudad entera,la Universidad y las quietas aguas negras, quietas e inertes. Los pájaros dormidos cayeron y el aroma de azahar.
Nos paramos en un barecito y el tabernero dos vinos de jerez nos ofreció. Tú apoyada en mi hombro, mientras mi cabeza se quedaba sobre la tuya. Y al poco, con jamón y aceitunas salió el tabernero. Parece que se me quitó el desahogo, pues difuso tengo quien comió tales manjares andaluces.
Estaba cansado y pocos eran los adoquines que la oscura velada nos dejaba ver. Entonces fue cuando con tal simpatía rememoraste al maestro diciendo:
-caminante, no hay camino
Te miré, sabía cómo ibas a seguir. Y con una sonrisa picarona acabaste:
-se hace camino al andar.
Sin hablar sentimos, paseando los dos vinos que de Jerez bebimos. Una brisa traía el río, las aguas quietas y sopesados los cánticos de los pajarillos que los árboles del parque albergaban. Los pies te dolían, a quién se le ocurre llevar tacones a sabiendas de la caminata de adoquines por las antiguas calles béticas. Con el puntillo te rebajaste en vergüenza y el vino se te subió a la cabeza. Te ibas quitando los tacones, en una mano el bolso, en otra los zapatos. Tropiezas y lo que más me gustó fue tu risa inocente, con tal encanto que te cogí en brazos.
La noche no tenía desperdicio, nada como el embrujo de la noche sevillana.
Llegamos a nuestra habitación en la azotea del Alfonso XIII, y conforme te dejé, te dormiste, y yo mientras me asomé al balcón mientras encendía un cigarro.
El humo tapaba la luna, al fondo el Giraldillo sobre la iluminada torre, jovial mientras aguardaba la ciudad entera,
Así fue aquella noche que no acabó hasta la mañana, mientras se fundían las sábanas con tu piel desnuda, y la mía.
Lovelace
0 comments:
Post a Comment