Saturday, April 27, 2013

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“Andar caminos por separado. Volver a sonreírle al silencio lo que a veces el viento te susurra, y entonar un cántico a la espera de una tarde soleada. Ver alejado todo, rodearte de gente, y sin embargo, para nada trascienden a que no sepas en el café el sabor a soledad”

Rescataba en este mes de Abril una de mis historias más elaboradas -y digo lo de elaboradas por su supuesta extensión- que hace un año, allá en un 5 de Mayo, dio fin de ser escrita, abierta a una segunda parte que clausurara los fallos y aciertos de Lilit. En cambio, con algo de madurez, avalado por el tiempo que reposa a mis espaldas, decidí abrir la caja de recuerdos y sacar de ella esta pequeña novela, para darle forma a su final, y con una voluntad intocable y solidaria, buscarle salida para que ustedes también tengan oportunidad de conocer la vida de esa joven de pelo cobrizo.

Lilit: Una flor caída en Abril, es la primera de mis obras a la que daré publicación. Querida, como todo lo que nace de esta evasiva mente, de la mano más sensible inculcando un arduo simbolismo, cosa que la hace complicada de entender. Confesaré que su brevedad no quita la intensidad. En la historia de esta joven, las letras brotan segundos significados, puertas que se abren si el lector se encuentra atento a leer buscando esa llave que sepa interpretar las pistas.
La vida es sueño, decía Calderón de la Barca, obra que leyó René Descartes, y emocionó. Un tópico que se renueva y que desvela el secreto oculto de todo lo que nace.

Un poco de amor, un poco de odio. Sutiles pinceladas que se deslizan sobre el lienzo apreciadas desde cerca. Aprender a leer entre líneas y saborear las palabras. Una nueva forma de averiguar lo que el autor describe de sí mismo y en sí mismo.
Un amargo comienzo que nutre de recelo la aventura con un trayecto de pocas horas, con un contexto actual que siempre deja reminiscencias del pasado. Romántica por su incomprensión, por el motivo que la mueve y conmueve. Quizá no sientan ni pena ni gloria, no están preparados para querer a esa joven que un día se cansó de esperar. La que rompió los cánones y se preguntó el por qué de lo evidente. La que sumisa hizo de su persona un enigma alienado que rompió la barrera, y de ahí, que su idea, su pesar difícilmente se comprenda. Pero no se preocupen, no exige comprensión. Tan solo se refleja en su atenta mirada lo que evoca en el lector. Un espejo construido de ideas adjetivadas, prófugas sombras y lluvia seca siempre presente.

Un paralelismo de su nombre con la tradición mesopotámica. Un recuerdo a un mito alejado de lo conocido y bonito, que he rescatado con gusto y orgullo. Un firme pedestal que se ha construido para honra y defensa de las féminas. Lilit, perdida en sí misma, inocente, paga con las consecuencias de sus hechos, que no siempre fueron como en las series americanas. La superación es la utopía sin esfuerzo. No hubo grandes hechos sin un trabajo que los provocaran. En cambio, a veces, es demasiado todo lo que se hace, para tan poca recompensa, y eso también es cuestionable.

Lilit: Una flor caída en Abril, choca bastante con los ideales concebidos, como chocan los cuentos en los que el príncipe no rescata a su princesa, o en las que los villanos salen victoriosos. Es la justicia de los cuentos la que nos ha predestinado a pensar de una cosa u otra. La moral que yacen de ellos y nos han acostumbrado, desde la infancia, a creer en un final feliz.

Sire

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