Saturday, February 16, 2013

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Parecía algo rutinario, como cada semana, sin mayor atención que la que merece, hasta que las palabras, colmadas en la lengua de Plutarco, provocaron un destello en una de las periodistas allí asistentes, que escuchaba la voz troncada de un pontífice que se despedía de la vicaría anunciando una vacante inesperada.
Así empezaba la mañana y aquella semana. La noticia voló de la misma forma, que nuestras mentes, no podían aceptar esa información, tan increíble e insólita. Acostumbrados, en seiscientos años a ver al Papa morir, como el primero de ellos, San Pedro, en la cruz, es asombroso, aunque no imposible que esto tuviera lugar. Entre otras cosas porque si el pueblo pedía la dimisión de alguien, no era precisamente la del Santo Padre.

La salud era la excusa perfecta en un anciano octogenario que anhela la tranquilidad que el Vaticano no le presta, por lo que entre sus sotanas esconde, a pesar de que las discrepancias siempre han estado presentes. Acto seguido escuchar al decano del Colegio Cardenalicio que la noticia ha sido como un rayo caído en un cielo despejado, y curiosamente, esa misma noche, un rayo cayó, visible desde la Plaza del Populo en la ciudad de los extintos Estados Pontificios.

Existe una clara confrontación interna entre defensores de una extrema conservaduría, y otros menos conservadores, gentes de una nueva etapa que, tal como hizo Juan XXIII en el Concilio Vaticano II, pretendían abrir las ventanas, para que el polvo inerte en el interior de la basílica, pudiera llevárselo una ráfaga de aire fresco. Símbolo claro de las pretensiones que se tuvo hace algo más de cuarenta años, cuando todavía, los curas daban la misa en latín y de espaldas a los feligreses allí presentes.  

Con al menos cinco ocasiones haya podido contar la historia milenaria de la cristiandad de estos sucesos de renuncia. Y nada tienen que ver con el de hoy día, pues si tuvieron que hacerlo, fueron obligados por el exilio y la persecución: Clemente I, Ponciano II, Gregorio XII, Clemente V, o Benedicto IX como ejemplos. Muchos de ellos, creyentes de no poder gobernar una Iglesia insostenible, corrupta y derrochadora que nada tenían que ver con la voluntad y doctrina de Cristo. Así mismo, y por todo ello, tuvo lugar el Sacco de Roma, atroz ataque con ejércitos cargados de soldados españoles, italianos y alemanes del Sacro Imperio que saquearon, sin ninguna barrera, la ciudad. Terrible momento en el que, desde su fortaleza, el Papa, veía cómo la capilla Sixtina y la basílica de San Pedro se convertían en establos de caballos, templos e imágenes profanadas, y a medio construir todavía el conjunto monumental más representativo del Vaticano; con el alarmante cisma de occidente que abanderaba Lutero desde su regio protestantismo.

Tiempos convulsos como ven, que por fortuna, nada tienen que ver con estos. Si algo está claro es, que el Cónclave está a la vuelta de la esquina, y esperemos que el camarlengo –encargado de ocupar la sede vacante mientras los cardenales eligen a un nuevo sucesor a San Pedro- dure poco. Todas nuestras miradas estarán expectantes en la fumata, cuyo humo blanco nos conceda un Papa con fuerzas para evangelizar, a la altura de las circunstancias y de los tiempos, que revitalice el catolicismo y haga merecedores a sus fieles de sentirse orgullosos de la fe que profesan.


[…]Fratres carissimi, ex toto corde gratias ago vobis pro omni amore et labore, quo mecum pondus ministerii mei portastis et veniam peto pro omnibus defectibus meis. Nunc autem Sanctam Dei Ecclesiam curae Summi eius Pastoris, Domini nostri Iesu Christi confidimus sanctamque eius Matrem Mariam imploramus, ut patribus Cardinalibus in eligendo novo Summo Pontifice materna sua bonitate assistat. Quod ad me attinet etiam in futuro vita orationi dedicata Sanctae Ecclesiae Dei toto ex corde servire velim.”

Ex Aedibus Vaticanis, die 10 mensis februarii MMXIII
BENEDICTUS PP XVI

Sire

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