Friday, November 30, 2012

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De libertad son varias las veces que nos quejamos cuando nos vemos obligados a decidir, cuando la facilidad se ve difícilmente sumergida en la bifurcación de los caminos a tomar. Y es que la jocosa ironía del asunto es que siempre debemos de estar predispuestos a optar por la correcta, entre todas las válidas. La vida pues, que algunos citaban como ríos, yo los reconduzco por sendas, con piedras donde tropezar y delicada arena que el viento mueva y nuble la travesía. Lluvia que cae, sol que quema y sombra que cobija al peregrino que recorre y deja huella de su paso por la vida.

Como ya bien habéis podido ver, esta vida se crea a partir de elecciones, dilemas que se suceden y a uno incluso lo hacen perder en la práctica. En el fondo, todo queda en intenciones fructíferas, voluntades que se generan y con ímpetu se intentan conformar en realidad. Es este el discurso que desde hace cinco siglos quedó sellado en la literatura, dando paso a la posteridad. Aquello no fue nada personal, aunque se enmarcarse en la decisión a tomar de un príncipe danés para venganza y honra de su padre asesinado; sino como verdad atemporal, como tantas veces rezuman los libros:

Ser o no ser, esa es la cuestión. Oración repetida y conocida de la que paradójicamente algunos la han realmente fosilizado sin encontrar significado aparente. Acorde con el soliloquio que continúa: ¿qué es más noble al espíritu, sufrir golpes y dardos de la airada suerte, o tomar armas contra un mar de angustias y darles fin luchando?
Hasta ahí tal verdad. Hamlet debate la acción que debe de ejecutar, uno de los actos más importantes que se desarrolla en esta tragedia de Shakespeare, donde se ven los dos caminos que normalmente nos persuaden: el no hacer nada y dejar que todo pase y te influya, o tomar cartas en el asunto y hacer lo que se debe de hacer.

Es en las siguientes partes donde ya, el autor se centra en la figura del protagonista, y da cobijo a la idea tan renacentista de la muerte, como tópico junto con el amor y la naturaleza, ensalzándose los valores humanos:
Morir; dormir; no más; y con un sueño
dar fin a la congoja y sobresaltos
que la carne heredó, consumación
que se ha de desear. Morir, dormir,
dormir, tal vez soñar: ese es el caso


Sire

Invitados quedáis a leer el soliloquio de HAMLET, por William Shakespare:


HAMLET.– Ser o no ser. Esa es la cuestión. ¿Qué es más noble? ¿Permanecer impasible ante los avatares de una fortuna adversa o afrontar los peligros de un turbulento mar y, desafiándolos, terminar con todo de una vez? Morir es… dormir… Nada más. Y durmiendo se acaban la ansiedad y la angustia y los miles de padecimientos de que son herederos nuestros míseros cuerpos. Es una deseable consumación: Morir… dormir… dormir… tal vez soñar. Ah, ahí está la dificultad. Es el miedo a los sueños que podamos tener al abandonar este breve hospedaje lo que nos hace titubear, pues a través de ellos podrían prolongarse indefinidamente las desdichas de esta vida. Si pudiésemos estar absolutamente seguros de que un certero golpe de daga terminaría con todo, ¿quién soportaría los azotes y desdenes del mundo, la injusticia de los opresores, los desprecios del arrogante, el dolor del amor no correspondido, la desidia de la justicia, la insolencia de los ministros, y los palos inmerecidamente recibidos? ¿Quién arrastraría, gimiendo y sudando, las cargas de esta vida, si no fuese por el temor de que haya algo después de la muerte, ese país inexplorado del que nadie ha logrado regresar? Es lo que inmoviliza la voluntad y nos hace concluir que mejor es el mal que padecemos que el mal que está por venir. La duda nos convierte en cobardes y nos desvía de nuestro racional curso de acción.

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