Todos tenemos esperanzas e ilusiones. Casi todos, ya perdimos la fe en un futuro mejor. Y nadie dijo que fuera fácil.
Sin embargo, creo que no es tanto cuestión de si el camino es duro, porque el camino hay que andarlo. No es cuestión de si hay muchos obstáculos, porque sin obstáculos no habría camino. No es cuestión de que no te notes avanzar, porque querer avanzar es avanzar. Es cuestión de que el camino más largo es el que está sin empezar, y el pasillo más oscuro lo será siempre hasta que le cuelgues lámparas de las paredes.
Y sí, todos hemos tropezado una y mil veces, con la misma o con distintas piedras, todos hemos sentido el hastío y la desesperanza, todos creemos que la vida nos rebasa a veces, que el viento en contra nos terminará por tumbar. Todos hemos dudado de si nuestras metas no son demasiado altas, de si la cuerda, el clavo ardiendo al que te aferras está bien sujeto, de si sencillamente no nos habremos equivocado de camino, de si el camino escogido es demasiado difícil.
Lo que yo pienso es que no hay caminos fáciles, difíciles o imposibles; sólo hay caminos pavorosos. Cuanto más grande sea un proyecto, más miedo te inspira. Si te liberas del miedo a fracasar, está hecho.
Porque la vida hay que agarrarla fuerte, con seguridad, con ambas manos; porque el tiempo no se para a escuchar lamentos, excusas ni justificaciones; porque nadie recuerda al que llega segundo.
Eso y no otra cosa es la vida. La vida es un río torrencial que te empuja hacia el vacío absoluto, un examen constante, una cascada casi vertical que hay que ascender en una pequeña y maltrecha canoa. Y hay que remar, o remas o te hundes. Y rema, rema, rema, rema y rema, y al que pare de remar lo tiras al agua, y sigues remando. Y cuando estés arriba del todo, cansado de remar, vendrán rampas de bajada que te harán estrellarte. Porque esto funciona así.
Y si tienes un impulso y te estrellas pensarás, "¿Para qué avanzar, para qué arriesgarme, si me acabo estrellando?". Pero digo yo, si no avanzas, ¿para qué vivir? La vida no consiste en sentarse a olvidar y compadecerse, la vida es andar, porque la vida siempre va hacia delante, no hacia atrás ni hacia abajo. La vida es andar, avanzar y estrellarse. Ese y no otro es el sentido de la vida.
Sin embargo, creo que no es tanto cuestión de si el camino es duro, porque el camino hay que andarlo. No es cuestión de si hay muchos obstáculos, porque sin obstáculos no habría camino. No es cuestión de que no te notes avanzar, porque querer avanzar es avanzar. Es cuestión de que el camino más largo es el que está sin empezar, y el pasillo más oscuro lo será siempre hasta que le cuelgues lámparas de las paredes.
Y sí, todos hemos tropezado una y mil veces, con la misma o con distintas piedras, todos hemos sentido el hastío y la desesperanza, todos creemos que la vida nos rebasa a veces, que el viento en contra nos terminará por tumbar. Todos hemos dudado de si nuestras metas no son demasiado altas, de si la cuerda, el clavo ardiendo al que te aferras está bien sujeto, de si sencillamente no nos habremos equivocado de camino, de si el camino escogido es demasiado difícil.
Lo que yo pienso es que no hay caminos fáciles, difíciles o imposibles; sólo hay caminos pavorosos. Cuanto más grande sea un proyecto, más miedo te inspira. Si te liberas del miedo a fracasar, está hecho.
Porque la vida hay que agarrarla fuerte, con seguridad, con ambas manos; porque el tiempo no se para a escuchar lamentos, excusas ni justificaciones; porque nadie recuerda al que llega segundo.
Eso y no otra cosa es la vida. La vida es un río torrencial que te empuja hacia el vacío absoluto, un examen constante, una cascada casi vertical que hay que ascender en una pequeña y maltrecha canoa. Y hay que remar, o remas o te hundes. Y rema, rema, rema, rema y rema, y al que pare de remar lo tiras al agua, y sigues remando. Y cuando estés arriba del todo, cansado de remar, vendrán rampas de bajada que te harán estrellarte. Porque esto funciona así.
Y si tienes un impulso y te estrellas pensarás, "¿Para qué avanzar, para qué arriesgarme, si me acabo estrellando?". Pero digo yo, si no avanzas, ¿para qué vivir? La vida no consiste en sentarse a olvidar y compadecerse, la vida es andar, porque la vida siempre va hacia delante, no hacia atrás ni hacia abajo. La vida es andar, avanzar y estrellarse. Ese y no otro es el sentido de la vida.
"Es pues esta vida, en conclusión, como un espejo: Te sonríe si lo miras sonriendo."
Humanista incomprendido
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