Tuesday, October 16, 2012

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Si la palabra más veces pronunciada en el teatro del siglo XVII era “honor”, en los medios de información de principios del siglo XXI es “crisis” acompañada de “prima de riesgo” y seguida de “Unión Europea”
Es increíble cómo el rumbo adoptado en el siglo XX ha desembarcado en esta serie de catastróficas desdichas de la que no vemos salida aparente. Es como si nuestro país hubiera estado inmerso en un paréntesis de ochenta años y haya vuelto a la luz, bajo las consecuencias de la guerra colonial, devastado, con una política del turnismo, y un pueblo sin confianza ni respeto en el valor a la patria.
Esa es nuestra España, ¿y qué patriotismo debe de tener una sociedad a la que se le echa de sus casas, se le arruina y empobrece? Con políticas incompetentes, y ministros anonadados que meten la cabeza bajo suelo, como si fueran avestruces, para ver si así pasan, con el tiempo los problemas.
Mientras tanto, todos los países enfocan sus miradas a nosotros. La atención internacional es mayor porque se está asistiendo al derrumbe de un mito. España ha sido un modelo para todos durante décadas: la transición democrática, el milagro económico, la cultura española era una referencia internacional, era el destino turístico y paradisíaco perfecto para retirarse, con un estado del bienestar y unos servicios públicos envidiables...
Los problemas se multiplican: por un lado el adolescente nacionalismo catalán –papá, o me das lo que quiero o me voy de casa-, claro ejemplo de haber criado cuervos para que te saquen los ojos; por otro el menosprecio a una de las instituciones más importantes como es la Casa del Rey, le pese a quien le pese; y podíamos acabar con el “entre todos lo mataron y él solo se murió” que nos está pasando a manos de la recién galardonada con el Nobel de la Paz.
Europa, que supo resucitar entre las cenizas de dos guerras mundiales, y cuya impronta de unión era la solidaridad entre los Estados, se le está viendo el plumero, y es que es en los malos momentos, cuando asoman las verdaderas intenciones.

Nosotros los jóvenes, somos la generación inmediata que acarreará con las consecuencias que nos dejen en la actualidad. Seremos responsables de lo que pase en la historia de este país durante treinta o cuarenta años. La respuesta donde mis ojos han visto la solución ha sido la marca España. Hay que solucionar y ajustar los desatinos del hoy para que se pueda vender al mundo una imagen fuerte y recuperada, para ganar confianza en los mercados y conseguir el prestigio perdido entre las naciones.
Mientras tanto, nos ceñimos a que al perro flaco todo se le vuelven pulgas, y la realidad es, que para ser maestros lidiando, esta vez, nos ha pillado el toro.

Sire

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