Monday, August 12, 2013

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“Déjame que te cuente limeña…”

Diecinueve estíos van caminando por la piel desnuda, de mesura bronceada. Diecinueve pasos por la vereda, que han sido caminados ni cortos ni perezosos, de empedrado y arenal, siguiendo otros pasos sin levantar mucho polvo por el camino de albero.
Diecinueve alcobas, diecinueve.
Diecinueve lunas, diecinueve.
Congregadas todas en un doce de Agosto que vive, reza y sueña con volver a nacer.
Un dieciocho que se va para ya nunca más volver, perdido y usado que hace descanso en el relevo. Un
dieciocho agradecido, una mayoría de edad aprovechada. Cosas curiosas que ocurren y que acontecen desde el día hasta altas horas de la madrugada, bajo el cielo espeso y oscuro, brotan pupilos de tierna luz en el firmamento. Recuerdan las estrellas, recuerdan, desde una ventana apagada, acurrucado en el alféizar mientras contemplas el vacío llenado y vencido por el paso de la brisa y el viento.

Dieciocho escritos que han convencido del amor que se profesa a la patria, a los mares, a la tierra y a los cielos de este confín desmesurado, altanero y vagabundo que deambula de taberna en taberna, ay cantinero de Cuba, como aquel que solo bebe aguardiente para olvidar. Mis escritos que se han embellecido, porque las letras me han unido con un continente entero, con Puerto Rico, México como aquel que tiene un amor en la Habana y otro en Andalucía. Atlántico que nos separas, que algún día serás’ camino a mis pasos que se enfrenten a la mar, porque el mar es la mar más añeja, de turbias olas y frías aguas, de arena fina y barcas varadas en las dunas más claras de la tierra.
Tacita de plata que iluminas como un faro a toda la marina y sus barcos, veleros, carabelas, galeones y galeras.


Yo le dedico todo esto a un puente hecho de letras que han sabido ahorrar camino. Al bayamés de la revolución o la borinqueña  y al espíritu que evocan en mí ese son colonial, el son…ese son de los puertos, dulzor de guayaba. El sol de la Argentina, unida a la gloria del bravo pueblo de Venezuela. De la Patagonia al Estado Federal, ¡Arriba Latinoamérica bendita! Que desde los mares más cálidos de Europa aplaudimos el cariño que le procesamos, como un padre a sus crecidos hijos, ya independizados de la vieja España.

Diecinueve cartas que lanzo a las olas para que lleguen a las diecinueve costas de América. Himnos de libertad soberana que se entregan a cada una de las patrias propias sin olvidar el recuerdo de la dulce infancia. Paseo por caballos, de los que ve el Giraldillo por Sevilla en el mes de mayo. Por las playas del palmeral que recogen desde la orilla el sabor marinero popular. El alma negra y el mestizaje con otras gentes que devuelven a tierras cristianas la voluntad.


Diecinueve intenciones y un único motivo tenía de dedicar el primero de mis escritos, con diecinueve años a aquellos que han llenado de luz los Rincones de Amago. Que han bordado sus letras con arte y han enarbolado la misma bandera que ahora flamea sobre nuestras cabezas arropando nuestro motivo y razón por escribir. La grana y oro, de rojo y gualda me viste y me aguarda. Patria mía querida, única amada y sentida. A ella, a ella y a ustedes les dedico mis más humildes y sinceras, viajeras y cercanas, palabras. 


Sire

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