Saturday, June 1, 2013

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Todo se inicia con un sol vibrante, a pesar de la tempestad que hay detrás de paredes. La desfortuna del clima es que en un momento las nubes muestran corderos y al siguiente son lobos salvajes.

Eso ocurrió esa tarde en la que el coraje, la furia y el enojo penetraron su corazón, solamente quería tiempo para ella misma, perderse en los grandes jardines de alcatraces para descansar, pensar con ese aroma característico del lugar, que su olfato fuese su único sentido existente, que el aroma la atosigara; quería tiempo para soñar, para crear o simplemente para perderlo, al fin de cuentas era su tiempo y ella decidiría que hacer con él.

Había días en que nadie se levanta con el pie derecho, ni literal ni metafóricamente, y hoy era un día de esos; cada vez se volvía más endeble, las lágrimas desbordaban sus mejillas pero no era dolor lo que sentía, si no frustración; en cualquier momento rompería uno de las perlas que guardaban sus labios, ya que callar esos nudos en la garganta estaban ejerciendo una fuerte presión en su quijada.

Hubo gritos, estruendos, dos cachetadas y una verdad, una que llevaba clavada en el alma desde hace más de cuatro años, quería su propia vida, ya no quería estarla compartiendo. Entre sus lecturas diarias, un romántico una vez le dijo: La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo; sin lugar a dudas Bécquer la comprendía más que muchos de su familia. Era apenas una joven, pero bastante segura de lo que ella misma quería, no era justo que ella había hecho mucho para todos y nadie había hecho nada para ella; siempre daba más de lo que recibía, tanto por parte de su familia, de sus amigos y hasta de sus amantes, al final quedaba ella, si es que quedaba tiempo, ganas y recursos. Cerró con un portazo la entrada del que era su hogar, de mejores lugares ya la habían corrido antes y con harapos en vez de prendas finas comenzó a escalar todos los edificios, que extraña era esa paradoja, en vez de bajar y salir por la puerta principal, escaló a los riscos.

Escuchó los gritos de enojo, pero se percató que había gotas de angustia, la tenía entre sus manos, pero ella estaba más molesta que arrepentida, tal vez en algún momento se daría cuenta que cometió un error, pero no era ese el momento, ya que la ira había sido el pecado mortal al cual había recurrido.

Entre sus pensamientos de ensoñación, no se percató del rumbo que tomaba, ella se veía sola, y es que hasta cierto punto eso era lo que quería. Tropezó con un guijarro, y corroboró eso de ver la vida en un segundo. Cerró los labios, los ojos y las manos, cayó en el suelo frio pero cercano de su morada, de su alcoba, de su habitación.

Cayeron esas palabras que jamás se atrevería a decir, volvió a salir con esa sonrisa que no era falsa, pero tampoco auténtica, volvió a acatar las órdenes de la reina de la morada, volvió a cerrar sus cuadernos; abrió su boca para decir todo lo que había callado por más de cuatro años, pero de sus labios solo salió un largo y melancólico suspiro.

Anely Civy

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