Se oyen los pájaros cantar cada mañana de primavera, ella ha decido volver a esa profunda soledad, pero no esa soledad que daña, sino esa falta de compañía que hace que te encuentres más contigo mismo, no por privarse de la compañía se hundirá en el vacío.
Han tocado las campanas más temprano que otros días, ¿o será que está viviendo cada minuto con mayor pasión?; se viste como la damisela que es con un traje de etiqueta, con su perfume de gardenias: se ha reinventado, hace mucho que sus vecinos no la veían sonreír.
Camina con esa sensualidad que sólo se le nota a una mujer alegre, el viento se vuelve cómplice de su gracia, hace ondear su cabello de tal forma que se funde con el aire, es una mujer nueva.
Causa sensación en la oficina; su jefe se ha enamorado de ella, pero aquella dama sólo tiene ojos para ella misma. Es la envidia de aquel lugar, todos pueden ver cómo ha cambiado hasta su forma de caminar, con la cabeza en alto, con la mirada precavida, con la sencillez de una musa al aire, su andar es tan delicado como las alas del ruiseñor.
Ya casi es la hora de partir, el crepúsculo se asoma por las ventanas, toma su bolsa, ella es tan humilde como la rosa, conoce su belleza, pero no se la presume a cualquiera; es tan fugaz y a la vez tan delicada, parecía que volaba, algunos dijeron que sus pies no tocaban el suelo.
Esas manecillas que la reciben al llegar a su morada; hasta al desvestirse tiene mucha gracia, las prendas caen lentamente de su cuerpo y tocan su piel con la suavidad de la seda. Se moja con cuidado y su cabello se vuelve tan fino como hebras de oro. Se pone su ropa más refinada y sale al balcón de su morada, ve el cielo y no encuentra a la luna, solamente un sinfín de estrellas en el firmamento.Querida Luna, ¿Dónde estás? ¿A dónde fuiste?
El silencio le dio la respuesta que ella estaba esperando, la luna no llegaría. Ella simplemente rió, sus ojos se entrecerraron y un bostezo rompió el silencio de aquella noche. La luna estaba celosa de ella, de su belleza, de su cabello, de su suave andar. Ella se había renovado gracias a la soledad.
Anely Civy
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