Él sabía que a nadie le gustaba su estilo de decir las cosas, no se templaba con nadie, no temía por las consecuencias, no respetaba autoridades y era consciente que eso le repercutiría algún día, pero mientras no fuese el día, él seguiría con lo mismo. Leonardo venía de una familia muy reconocida en la ciudad “Los Valdés Alemán”: ricos, famosos, elegantes, guapos y de los que se esperaba un gran potencial. Leonardo era el más guapo de la familia, tenía un talento nato con el piano y el saxofón; la música clásica era su adicción; los idiomas eran su fuerte y su pasión la lectura admirando a destacables escritores tales como Julio Verne y Mario Benedetti. Él creía que la literatura actual era basura directa hacia una mente tan compleja, y su desprecio hacia la humanidad cada día aumentaba más.
Leonardo era un hombre con el cual siempre podías tener una buena platica, un tema nuevo y de interés general, al ser un lector empedernido, su léxico y cultura eran amplias y su inteligencia destacable, pero aunque muchos amaban sus relatos, otros sentían horror hacia él por su egocentrismo y prepotencia.
Un día se topó con la persona equivocada, debía ser respetuoso con aquellos que conocía pero serlo aún más con aquellos que no conocía. Nunca sabes a quién le estás abriendo la puerta, y su prepotencia hizo que aquel desconocido lo empezase a tratar como menos, y aunque se veía con autoridad él no se doblegó ante eso. La voz del hombre era tan distinta a la de Leonardo - rasposa y muy tosca mientras que la del apuesto joven era agradable al oído, imponente que parecía melodía- le empezó a tratar como si el hombre fuese un imbécil o retrasado mental, que sus ropas eran de pordiosero y que no debía de dirigirle la palabra a gente que notablemente se veía más agraciado que él.
Aquel hombre le dijo al joven Valdés que se arrepintiera por sus palabras, a lo que él respondió: "Yo no me disculparía ni con el Papa, menos con la piltrafa que esta ante mis ojos". Óscar era el nombre de aquel hombre, el cual soltó dos tiros hacia el pecho de Leonardo, le dijo que aunque gozara de una cultura muy amplia su prepotencia, sus groserías y su egocentrismo lo llevarían a la ruina, "¡Arrepiéntete de lo dicho!".
Leonardo solo pudo contestar “Arrepentirse es de débiles, y yo moriré con dignidad porque no le di la razón a la escoria que aparenta ser mortal”.
Anely Civy

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