Saturday, January 26, 2013

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Pasan y se suceden los días unos con otros. Echamos miradas al pasado intentando exprimir el jugo que sacie la nostalgia y melancolía; y sin embargo, en una de esas ocasiones, no necesitas de imaginación para saber que cada segundo que pasa, eres un segundo más viejo.
Lo miras acicalándose en su canasto de mimbre. Lo ves con los ojos del hoy, y espontáneamente, resucitan y llaman a la puerta los destellos de la memoria: siete navidades, o quizás ocho lleva ya celebrando entre nosotros. Amigo fiel que no huye y siempre está presente. Amigo que ama y quiere porque se le abraza con el tan simple gesto del gratuito cariño.

Me vio desde pequeño ir al conservatorio cargando con una funda negra donde se metía y escuchaba mientras interpretaba un yo qué sé que sé yo que le encantaba. Encima del sillón es su butaca. Me ha visto crecer. Estar en el colegio, mi cambio al instituto y ahora la universidad. Sus lindos ojos te sumergen en las profundidades de un océano azul, claros y atentos a cualquier energúmeno sonido aparente.
Me ha visto reír y pocas veces llorar. Me ha escuchado gritar y cantar. Ha estado presente en el humano tránsito de los juegos de playmobil a una época de tecnologías donde parecía que el que no tenía tuenti no existía.
Él ha dormido en todos los rincones de mi casa, de su reino, de su hogar. Ha sufrido algún que otro traspié, o mejor dicho traspata, y algunas de sus conductas de adolescencia lo hicieron pasar por las desenfriadas manos de un veterinario.
Gana en prudencia lo que mucho humanos pierden con hipocresía. Cabal, autodidacta y autosuficiente que si necesitara de otro ser, sabe que con un maullido se le abren todas las puertas.
Hemos jugado, hemos dormido, lo he pintado, me ha arañado incluso mordido...y a pesar de dejarme alguna que otra prenda llena de sus pelos no me he enfadado, pues sigue siendo espectacular.

Bueno Beckhy se llama, y para vosotros Mr Beckham. Su nombre fue una conjetura de muchas ideas, pero desde el principio estaba claro. Marcó una época, y hoy día el preludio de la nuestra. De lo que sí estoy seguro es que tiene un innato espíritu aventurero y subirse a un armario, seguir en busca y captura las moscas o incluso estar esperando en la puerta para recibirnos cuando llegamos, lo hace único.
Cuántas veces he envidiado su vida, en esas frías mañanas de febrero, mientras él en el brasero se quedaba, o cuando intensivamente estudiaba y aparecía aruñando la puerta , se subía al escritorio y como que decía con un ademán sin palabras: ¡Eh, que ya estoy aquí, deja ya de estudiar que te vas a dejar la vista!
Al fin y al cabo, no fue tan mala idea pedir un gatito por Navidad. A él, por todos los momentos vividos, viviendo y por vivir, para que se conviertan en eternos, porque nadie como el que lo padece sabe lo reconfortable que es el instante en el que un gato deja de ser mascota para convertirse en familia.

Sire

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