Corrían malos tiempos en la economía, y algún que otro susto se llevaron en la política, pero hay que reconocer que tras una crisis, el ser humano necesita liberarse como poeta, dramaturgo, narrativo o ensayista. Y es causa pues de cómo brota el arte, la literatura y las composiciones armoniosas por los cuatro puntos cardinales de esta tierra confinada.
Ejemplos vivos son los componentes de una generación donde abundan nombres en el movimiento romántico como el de José de Espronceda –cuyo barco era su tesoro y su patria la mar-, o los tardíos Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer –de las cuales algunas rimas y leyendas son clásicos de nuestra literatura-; El duque de Rivas, Martínez de la Rosa o José Zorrilla con su ya inmortal caballero seductor recordado en víspera de difuntos, Don Juan Tenorio.
En el magno realismo se reúnen junto con el naturalismo, el costumbrismo Pedro Antonio de Alarcón, Benito Pérez Galdós, Juan Valera, Clarín, Pereda, Emilia Pardo Bazán o Echegaray.
Figuras que marcaron una época donde la cultura se encontraba en los primeros planos. Indispensables que relataban el día a día con maestría y fugacidad, utilizando su lengua, el español, como vía para el entendimiento. Episodios nacionales, los pazos de Ulloa, La Regenta , Fortunata y Jacinta, cuadros escritos de la realidad que nos envuelve, que nos deleita y apasiona. Gentes de hace un tiempo que fueron movidos por sentimientos que innatos aun conservamos.
Y de las crisis se suceden los buenos artistas, en pintura quizá como más conocido, Joaquín Sorolla, Domínguez Bécquer, Federico Madrazo. Y si hablamos de música, la impronta la marca un nacionalismo innovador. Los compositores sabían que el sabor español residía en Andalucía, por ello querían reflejar de otra forma y con otro estilo ese compendio en el que todo el territorio se encontrase unido, de esa idea pues aparecen la suite iberia en la que se dedican movimientos a distintas ciudades. Este nacionalismo tenía un sabor propio, pero un toque universal. Destacando Albéniz, Granados, Turina o los maestros Rodrigo y Falla.
Como bien se puede ver, la Gloriosa no solo fue una revolución que conllevó el exilio de una reina, sino de una época, que lúcidamente inauguraron una nueva de la mano de la gloria inmaterial con la que nos honramos los habitantes de este enclave en la historia. El único patrimonio del que podemos sentirnos orgullosos de compartir con el resto del mundo.
Sire
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