Vivo en una tierra fortuita de contrastes, de desigualdades dispares y profundas diferencias. Vasta de recursos, de historia y costumbres. Sean los ejercicios de unos y otros en el pasado, los que han dado como resultado el presente del que hoy comemos y con el que abriremos las puertas de un futuro incierto.
Me acojo a aquel dictamen que recriminaba el ilustrado que rezaba:
Me acojo a aquel dictamen que recriminaba el ilustrado que rezaba:
El primero a quien, después de cercar un terreno, se le ocurrió decir "Esto es mío", y halló personas bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Cuántos crímenes, guerras, muertes, miserias y horrores habría ahorrado al género humano el que, arrancando las estacas o arrasando el foso, hubiera gritado a sus semejantes: "¡Guardaos de escuchar a ese impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son para todos y que la tierra no es de nadie!"
Así pues, en la génesis de nuestra humanidad, todos los vástagos hijos de la Tierra eran iguales y dignos del disfrute del entonces todo para todos. Momento mortal sería, en el transcurso de nuestra existencia, aquel indigno minuto en el que clavada la estaca se procedió a privar de un bien a un semejante sin ser fruto de uno mismo, sino del tesoro que todos compartimos. Entrado en proceso tras unos cuantos siglos, incluso pares de milenios, no podemos echar marcha atrás aniquilando las fervorosas y arcaicas delicias a las que estamos acostumbrados. Quizás sea ese el veneno de los progresistas de impronta que quieren romper con todo, intentando volver al paradójico retroceso de nuestra creación. Sea dicho pues, que en virtud de la permuta, se varíe lo establecido, y se mejore lo que haya que mejorar.
Juguemos al juego que un día jugaron nuestros antepasados, y sobrevivamos a las largas partidas dando guerra a la injusticia con razón como escudo y diplomacia como bandera. Discutamos con argumentos y dejemos de imponer nuestras opiniones tratando de secuestrar las ideas que nos diluyan entre verdades.
La naciente globalización con sus claroscuros contrasta bastante con cualquier endemismo. Premio el avance en la comunicación que de ella emerge, pero es todavía plato de cambio y arreglo, si de verdad queremos contribuir a un mundo común entre tantos millones de habitantes que poblamos este rincón del finito universo.
El hecho es que, trasla Guerra Fría , las potencias han repartido su cultura por todas las zonas existentes, sin compasión. Ejemplos vivos son la americanización del séptimo arte, o la invasión en los adolescentes de una cultura comercial del lejano oriente. ¿Dónde queda la vitalidad de los remotos pueblos con voz y voto de los Sudetes o de las tribus africanas afamadas? Una globalización interesada, una venda que acabo de desatar de vuestros ojos, haciéndoos pensar sobre el interesado comercio de una cultura sin precedentes.
El hecho es que, tras
Sire
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