Por mucho que lo deseé, todo queda hablado, mientras que lo bueno, a fin de cuentas, sin mencionar. Es como es ojo que avista el cielo londinense ahí siempre, quieto y pesante, pero que con lentitud se mueve, y así me siento. Alguna vez tan bajo que creo que las aguas del Támesis me engullen y se aproximan tanto que sumergido quizás, aun en pensamientos quede. Y otras que puedo besar el cielo y domino a vista de albatros desde lo más alto toda la ciudad. Y esto por lo menos, es así.
De nada sirve perdernos entre las callejas si nuestra vida depende de una noria que da vueltas y vueltas mareándonos en nuestros propios deseos e ilusiones. De nada sirve pensar en lo feliz que uno es, cuando de repente ya eres preso de unas aguas heladas que te paralizan y asumen.
Como el albatros cuyos marineros maltrataban aprovechando su torpeza en la tierra, cuya grandeza no dejaba caminar. Sin embargo, allá en lo alto, príncipe entre las nubes cuan estampa y desliza al de la tormenta sus blancas alas que lo elevan alejado de la maldad de los hombres.
Será la torpeza, entre mis semejantes, aunque ya pocos quedan no contaminados de sus manías, lo que hace que durante un tiempo asolado en mis evasiones me halle pues, no queda en el cielo, mar y tierra buenos compañeros de viaje.
De nada sirve perdernos entre las callejas si nuestra vida depende de una noria que da vueltas y vueltas mareándonos en nuestros propios deseos e ilusiones. De nada sirve pensar en lo feliz que uno es, cuando de repente ya eres preso de unas aguas heladas que te paralizan y asumen.
Como el albatros cuyos marineros maltrataban aprovechando su torpeza en la tierra, cuya grandeza no dejaba caminar. Sin embargo, allá en lo alto, príncipe entre las nubes cuan estampa y desliza al de la tormenta sus blancas alas que lo elevan alejado de la maldad de los hombres.
Será la torpeza, entre mis semejantes, aunque ya pocos quedan no contaminados de sus manías, lo que hace que durante un tiempo asolado en mis evasiones me halle pues, no queda en el cielo, mar y tierra buenos compañeros de viaje.
No soy capaz de echar la culpa a la maldad, pues de ignorancia pecan los que muecas de intento hacen, pero nunca es suficiente. Asolado y sin embargo, rodeado de gente, vacío y hueco. Ya dejo de vivir para mí, pues no espero nada a cambio del bien que se intenta instruir en una sociedad carente de valores. Todo vale, todo da igual: da lo mismo vivir que morir, reír que llorar. Últimamente uno no sonríe por la gracia o el afín, sino la fortaleza de no dejarse ver entre las debilidades del mundo de los hombres.
Sire
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