Wednesday, December 18, 2013

Posted by Unknown |
Caminaba entre esparto cuando me encontré con tus acordes. Auxilio dorado de mis oídos que engatusaron hasta hacerles perder el sentido. Danzaban mis manos sobre tus curvas, acariciando cada punto de tu innata geografía. De tez madera, de colada hermosura tu belleza hizo arrimar mi equilibrio a un puerto soñado. Y con los pasos mis tímpanos irritados de voces extrañas se calmaron, porque fue el mirar tus dedos sobre la guitarra lo que pudiente adivinó la llave o clave a un paraíso perdido.

Y mi mente, sucumbida por los encantos de cada percutida nota, seguía a ese felino que aruña con fineza y hermosura las cuerdas de plata. Y me engatusaste por los rincones que tanto amaba, por esas callejas rencorosas cargadas de jazmines, echando los geranios las tapias y ventanas al derribo entre tanto color, titando de vida el blanco calado. Ese olor a joven primavera que revolotea las mariposas y que llama a despertar los ardientes rayos del sol cobijado desde los cármenes y sus sombras.

Y con ellas se hizo el sol crecer siendo guía de aquel paseo por los sentidos del que disfrutaba. Amanecí por sorpresa, entre adoquines, en uno de los lugares más privilegiados de cualquiera de los mundos habidos y en el haber. La paz contagiada, anestesiado rendí alabanza a la sinfonía que fuera para el hombre el estar allí ungido entre maravillas. La Alhambra con sus torres y murallas coronaba Granada. Las cinco de la tarde, la guitarra templada y el arte calé resumiendo la vista de oír lo que allí se sentía. Un manifiesto de amor proclamado, como en un hospital de campaña, aquello fue la recuperación necesaria en toda clase de heridas. Bajo los árboles deshojados corrían besos y caricias, mimos de cuerpo entero que se sucedían. Atemporales circunstancias, el deseo no entiende de minutos, ni de prisas. Quiéreme mucho, eso fue todo.

Lovelace

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