Saturday, October 5, 2013

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Prendes y apagas una llama en el interior de la mujer; te sientas, regocijándote de los placeres de lo prohibido, tentando con delicias indebidas aquello que no está permitido. Acercándote a una concupiscencia entre las piernas de la mujer callada. Fumas un puro recién salido de una caja de madera, sientes ese humo sabor azufre que te recuerda a aquel lugar de donde viniste, donde tu lujuria mimética es bien aceptada.

Observas en silencio. Planeas a discreción. Endulzas con palabras. Encantas a la dama. Rompes un corazón.

Muestras esa falsa sonrisa con las largas peroratas, interés fingido a la hora de andar; imaginas esas tardes bohemias, donde solo hay paso para lo carnal; te regocijas soltando palabras consoladoras, sandeces para obtener tu cometido; buscas las caricias inocentes en los brazos de otra mujer, aquella que supo darte lo que tú únicamente has pedido. Te aferras a aquello que no te merece.


Vuelves misterioso aquello que con tanta intensidad enclavas a tu ser, muestras esa sonrisa engañosa que encandila hasta la mujer más primorosa. ¡Oh vida mía! Que se olvidó del amor, aferrándose a las delicias que le brindaba lo lascivo.

Te alejas de lo mundano por desgracia y no por decisión, víctima de las malas pasadas de la vida. Cupido te flechó con una lanza rezagada, aquella que no debería sentir ni la persona más desgraciada; le brindaste el amor a la vida misma y hoy te azoras con una mirada. Destruyeron en lo que más creías y no vuelves a brindar la calidez del roce de una mejilla. Se llevaron tu corazón y dejaron cruelmente vacío un espacio en tu interior.

Tú al amor no le vuelves a dedicar vida,
Tú al amor lo dejas y lo privas,
Tú al amor lo has olvidado,
Porque aquel ser amado te ha afrentado.

Te deshiciste de los poemas dulces, cambiaste tus risitas picarescas, enfriaste el hielo de la caverna interna, en aquella que corría sangre de un buen mozo; humillaron al buen dandy, que dejó de creer en el amor, ya no cree en la entrega… porque su vida se la dedicó a un ser mayor.

¿Sabes cuál fue su problema?


Que aquella mujer a la que amaba ya ni las cenizas quedan.

Anely Civy

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