Friday, September 27, 2013

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Que la vida nos dicte los pasos. Tú, tan sola tú, en tu alcoba. Que miras celosa apoyando tus manos de Cleopatra sobre el alféizar. Con esa piel dorada y fina, que brilla y deslumbra cuando se baña de sol.
Eres la musa de muchos que has vuelto a la vida para acercarte a mí, con andares donde el alfarero más divino posó sus dedos, tornando el molde en la más esbelta figura. Por ti se hubieran creado guerras y firmado paces. Hubiera Dios tardado menos sino fuera porque pereció en instantes mientras quedaba petrificado cuando de soslayo lo mirabas.
Eres la niña adulta que todo hombre desea poseer. Eres el poder, la gloria y la eternidad de los besos y de las caricias. Eres tú, la misma panacea.


Me embrujaste, me cegaste. Dichoso de haberte tenido y engrandecerme de saber que a mi lado estaba aquello que todos los hombres anhelaban. Porque el amor es caprichoso, y el que recibe ese regalo, que es entrega entera, no hace más que despreciarlo y vanagloriarlo con cumplidos llenos de polvo del suelo. A mi lado paseabas, y sin darme cuenta desprecié que me mirabas. Y ahora, ahora te alejas. Y ahora, ahora te quiero. A mi lado. Porque fuiste la que hizo en mí vivir los días con vida y esperanza.


Ahora te marchas, para acercarte a otros hombres, para pagar mi vilipendio, mi sordera y mi desgana. Grito tu nombre, en la oscuridad, recordando aquella pasión que batía sus alas de mariposa. Te llamo y te imploro, y solo la luna, generosa deja que su luz me acaricie el rostro entristecido. Y por fin te encuentro. Ahora tú, me iluminas y haces crecer, pues eres en la noche el lucero que más brilla.

Lovelace 

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