Susurro de Ninfa

No debemos, no podemos  y mucho menos queremos. 

Aquellas noches heladas en el que el cuerpo tiritaba de la falta de calidez humana, aquellas noches en que la luna no se presentaba y las estrellas eran opacadas con las nubes grises de los Dioses, aquellas noches en que no podíamos dejar de ver nuestra ventana. Tú allá, yo acá y cientos de kilómetros entre nosotros.

Pude enviarle miles de besos con el viento ocultos con una imperceptible beodez, susurrarle al oído palabras de amor febril, pude rozar su piel con el destello incesante de una caricia, y adentrar a su alma con una mirada, brindándole  el calor de una fogata con el roce de unos labios color carmesí.

Podrás perderte en el castaño de mis ondas, y esconder tus manos como nubes en el cielo. Alborotadas, enredadas, perdiéndote en su suavidad.

Esa es la parte excitante

Eso es lo que deseas y eso es lo que obtendrás, regalándonos la mayor de las dichas. Mis rulos acaramelados buscarán el roce de tus manos, que se encajen con lujuria, estrechándote a mi pecho desnudo, a mi cándido cuerpo y apresándote del encantamiento en el que tú mismo te has metido.

Sembraré ese gran deseo en ti, haciéndote esclavo de mi ser, y es que en la pasión no podrás resistirté a aquello que mereces, sembraré la semilla de lo prohibido en el roce del destino. Tentando a la suerte, para que ella sea victima de nuestros libidos actos.

Provocaré en ti una lujuria incontrolable, jugando con un pecado capital y haré de mis palabras la poesía más adecuada, haciendo de nuestros cuerpos toda una obra teatral. No hay vulgaridades que valgan en los labios de un poeta, si se va a hablar de lo prohibido que suene como miel o néctar.

Mis rizos castaños quieren ser presa de tus manos, ser parte de tu alma y fundirnos en la ambrosia de los dioses, ser una espina de lujuria que puedas tomar con tus labios, donde la rosa sean mis labios y sin temor te pierdas en la profundidad de su belleza, como febril colibrí bebas todo el néctar de su flor y te quedes con la esencia de su boca.

Que seas victima de mis palabras y mueras de deseo por mi presencia, esperando no hacerte sufrir con mi ausencia para que perezcamos en la dicha de los brazos incesantes de nuestra pasión. Bellísima la imaginación que hace que abusemos de sus encantos.

Que nos sorprenda el destino, que nos  sorprenda juntando nuestros labios, mientras acaricias  mi cabello frente a un bello amanecer. Que mi rostro encuentre espacio en tu hombro y sienta el cobijo de tu calor, que mis labios pierdan el recato y te hagan pecar con un beso suave y delicado en tu cuello, que comience el frenesí que yo misma he provocado.

Que el frenesí sea el comienzo de la tentación, que te comas a besos mi corazón, que recorras sin límites mi cuerpo; que te excite con solo una mirada y que no puedas huir de la miel de mis labios. Que nuestra mira sea nuestro primer éxtasis, pero no el último de la noche.

¿Esto es amor? ¿O es pasión?

Es el misterio de dos almas sin respuesta.

Anely Civy