La sientes,
Te toca
Te aprieta
Te rasguña
Te besa
Te acaricia
Te ama
Te golpea
Te rodea
Te encierra
Te atrapa
Te soba
Te susurra.
Lluvia,
Vieja y extraña amiga.
Como el primer pájaro que sale a volar
Destruyendo tu enorme tempestad.
¿Te enfurece o te alegra?
Saber que tras tu amor y dolor
Salimos todos a flotar
Obteniendo esa pequeña libertad
Añorándola tras tu ausencia al pasar.Esa espera, esa dicha, ese amor, esa locura tocando el corazón.
Locura convertida en pasión, brindada por las flores sobrevivientes del invierno.
Único, tu hielo, escondido y exhibido en pleno verano.
Tu madurez e insensatez. Seriedad convertida en bromas, que iluminan mi andar, diciéndome que todo se va a arreglar.
¿Es eso lo que me gusta de ti?
O acaso son tus juegos, tus sonrisas, tus abrazos.
La manera en que tocas mi cintura, tan delicada y brusca al mismo tiempo.
Un golpe al estómago, seguido de la morfina de tus yemas.
Son mi ambrosia, mi energía.
Tu piel es mi vida.
El sol se enamoro de la luna. Ésta, tan delicada y formal, con sus propios ideales, sus propios sueños, lo rechazó.
Cada mirada incendiaba al sol, cada roce, cada sonrisa, todo eso hacía que el sol se prendiera en llamas, iluminaba con la fuerza de mil más.
Pero cada vez que la Luna se volteaba, le daba la espalda, se apagaba, al Sol le pasaba igual, se oscurecía, sus llamas se deshacían con el frío de su otro amor. El camino de ambos se alejaba cada vez más.
Cuando se había rendido, cuado ya no podía más, lo vio, eso que buscaba. Fue directo a tomarlo pero se detuvo, ¿cómo una flor iba a ir a buscar el agua? Si es el agua la que debe ir hacia la flor.
El sol, se encendió un poco al notar a la Luna , pero al verse ignorado escondió el fuego de su alma.
Temeroso, indeciso, lastimado, el Sol se alejó de la Luna , la cual lo observaba detrás de sus cortinas doradas, esperando que el se fuera a dormir para tomar los pocos rayos de luz que quedaban.
Así sobrevivieron ambos mucho tiempo. El Sol, triste y confundido, que no podía ni iluminar un parque en pleno verano. Y la Luna , sola y temerosa, que dejaba a los lobos aullándole a las nubes.
Un día ambos se toparon, sabían lo que iba a pasar, pero no podían cambiar de rumbo. Ambos querían verse; el Sol buscaba en la Luna su control, y el ser de plata buscada en su amigo dorado compasión, ternura, amor.
Llegó el momento, ambos se armaron de valor. Los cielos se oscurecieron, luces doradas, rojas, amarillas, naranjas, negras, se hicieron visibles en las nubes.
El mar, como testigo de tal unión, presenció en sus olas el reflejo de ellos, ambos, unidos en uno solo, un solo anillo plateado que quedo grabado en el agua para la eternidad.
Poseidón
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