Monday, August 19, 2013

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Obrar de una forma u otra, indistintamente del riesgo, de la causa o consecuencia. Pensar que nada escrito existe, ni sellado. Destino que transfigurado se queda en la idea sirviente por justificar lo que no entendemos, ni entendimos, ni entenderemos. Dicen otros, que la piedra que hay en el camino no es otra que la providencia. Pequeño grano que poco a poco hace que dances en el tablero por una senda u otra.

Es complejo este tema, el del destino. No existe si Dios nos ha confiado ya un final, si no somos libres, si de libertad no goza el hombre, la que anhela y ansía, para tropezar por su propia cuenta en las piedras que no son piedras sino otra cosa muy distinta.
Creer o no en la providencia es algo indistintivo, pero de lo que estoy seguro es, de la inexistente casualidad.
Dios nos ha abandonado a nuestros pesares, y es que este mundo no tiene salvación, pero sí quizá algunos de los hombres, que son en definitiva los que se dejan llevar por el karma, por la intuición y el deseo de querer obrar a la par del universo y sus conspiraciones de encaje que tejen con maestría la rueda por la que como ratoncillo giras y giras.

Vuelas como la gaviota cerca de los mares, de los puentes marineros y de las llanuras fluviales que paran por la rivera a la costa. Movidas por el aire van a un sitio sin aleteo, hasta el final sin rumbo ni camino, por la eternidad y el devenir de los aires, del levante y del poniente.

El desengaño, la imprudencia de la tragedia, el hastío hacia la frustración y el desdén de la poca cordura que algunos hechos pecan, hacen que muchos beban del vaso peregrino y se insten a un mundo más contemplativo, entre las listas de aquellos indiferentes que ya han considerado bastante el sufrir de innecesidad, esperando de otros, sin ser más que vanidad recibida a cambio. Hay que recuperar el tiempo perdido colmado de bastante paciencia. Ahora toca vivir. Piensas en ti mismo dentro de unos años, y si te ves perfecto, pero si no es así, es porque eres del presente, y tu vida está hecha para que la llenes ahora. Dadle al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios y al tiempo un poco más de tiempo.


Volad, a donde sea, dejaros llevar con responsabilidad. Con deseo de quereros y de aguardar vuestras espaldas porque nadie más que vosotros os conoce y quiere en la misma medida que la cabeza que usáis. Regalad oídos y aprended a hacer felices a los demás sin pedir moneda ni saldo. Autosuficiencia, autocontrol, un auto SEAT convertido en Rolles Royce o Jeep que cabalga de primera a quinta por los confines de este maltrecho y endiablado paraíso donde Dios puso a un tonto, estratégicamente, para que te los encuentres con frecuencia, y así corroborar tu constante inteligencia. 

Lovelace

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