Con paso firme y entaconada visitó las elegantes alfombras y los pisos de mármol, podía olerse ese aroma a limpieza, pulcritud, ropa fina y gente adinerada, cada vez que entraba a un sitio así relacionaba ese aroma con el de la elegancia, su cartera era más cara que su contenido, pero la percha era de oro macizo, parecía toda una dama de burguesía.
Era simplemente un descanso de la rutina, un café con las amigas, una comida con los padres o una solitaria bebida a la salud de aquel joven que se robaba sus mejores años. Sonreí con melancolía a los desconocidos, era una sonrisa de respeto más que de felicidad, ya que su felicidad se encontraba a kilómetros de distancia.
Cientos de miradas, con la esperanza de que alguna fuera la de él, pero comprendió que ninguna de ellas podía ser la suya. Recorría caminos brillantes, que reflejaban la distinción de las personas que había por esos lares, con indiferencia veía los vestidos de satín y las corbatas de seda, ella solo recordaba un traje, el que él portaba la primera vez que lo vio; dudo al verlo, pero la curiosidad por conocerlo fue la que la enterró en su propia tumba, ya que conocerlo fue el primer paso, y como aquel hombre que regala alcatraces a su mujer, ella se volvió esclava de su amor.
Era difícil sobrellevar las adversidades, ya que ella hubiese dado lo que sea por un abrazo de su querido amor, y es que en su manual de la vida aun no llegaba a la lección que le enseñaba a ser fuerte a pesar de la distancia. Ella no era fuerte, solamente fingía serlo.
-Hoy me haces falta. Le dijo a la luna, con la esperanza de que ella se lo dijera por medio de una golondrina a su único y verdadero amor.
Anely Civy
Era simplemente un descanso de la rutina, un café con las amigas, una comida con los padres o una solitaria bebida a la salud de aquel joven que se robaba sus mejores años. Sonreí con melancolía a los desconocidos, era una sonrisa de respeto más que de felicidad, ya que su felicidad se encontraba a kilómetros de distancia.
Cientos de miradas, con la esperanza de que alguna fuera la de él, pero comprendió que ninguna de ellas podía ser la suya. Recorría caminos brillantes, que reflejaban la distinción de las personas que había por esos lares, con indiferencia veía los vestidos de satín y las corbatas de seda, ella solo recordaba un traje, el que él portaba la primera vez que lo vio; dudo al verlo, pero la curiosidad por conocerlo fue la que la enterró en su propia tumba, ya que conocerlo fue el primer paso, y como aquel hombre que regala alcatraces a su mujer, ella se volvió esclava de su amor.Era difícil sobrellevar las adversidades, ya que ella hubiese dado lo que sea por un abrazo de su querido amor, y es que en su manual de la vida aun no llegaba a la lección que le enseñaba a ser fuerte a pesar de la distancia. Ella no era fuerte, solamente fingía serlo.
-Hoy me haces falta. Le dijo a la luna, con la esperanza de que ella se lo dijera por medio de una golondrina a su único y verdadero amor.
Anely Civy
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