Friday, November 16, 2012

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En una de mis caminatas por recuerdos insonoros alguien dijo que la vida no estaba hecha para soñadores, que siendo quienes somos vivimos en un mundo que no nos pertenece, que preferimos tiempos remotos a la realidad, que las amapolas emigran hacia sitios insólitos. Hipocresía que llama a esta alma mía para hacerle cargar tanta agonía. Poesía para algunos, barbarie para todos.
Otro día esperando al anochecer, a la espera de recoger las últimas motas de luz de la gran estrella y de repente algo se atisba a lo lejos como un incandescente rayo. Alzo la mano a la espera de arrebatar a esa estela la fuente de sus sonrisas, para después quemar con ellas restos de memorias y de almas corrompidas. Yo fui en un tiempo una de estas, una piedra más en el camino, una despojadora de ilusiones que vivía con la sombra de los caídos. Y todo era perfecto, gastaba balas como quien respira suspiros, las desperdiciaba y me reía, me divertía viendo a toda esa gente correr de un lado para otro en busca del sentido de su corto e insignificante trayecto, me limitaba a reír,disparar y a no despegarme de las notas. Los que por alguna razón necesitaban refugiarse de las sombras veían a alguien cobarde que había elegido el camino fácil, que no le importaba el mañana ni la tormenta. Todos ellos, rebosantes de preguntas sin respuesta, de curiosidades contrarias a sus miedos, de mentiras suspiradas por mi garganta. Estaban perdidos, mientras que yo cruzaba la línea día sí y noche también. Era fácil infundir miedo, horror, tristeza...era muy fácil. Todo era fácil. Pero ellos se empeñaban en no imaginarse que la vida pudiese ser tan puta, que les costase tan caro sentir por unos efímeros momentos un cosquilleo que les mintiese para decirles que valió la pena tanta desazón, tantas noches sin dormir, tantos sueños inacabados. Eran patéticos, monstruos que dibujaban sonrisas con un pintalabios muerto hace ya años. Pasaba el tiempo y seguían con las mismas vicisitudes, yo les instaba que se uniesen, de verdad, pero no me escuchaban, aunque ni siquiera me hacía falta hablar, me miraban con superioridad y pensaban que un viejo tronco de árbol no era más que un problema, un arrastre. Conforme pasaba el tiempo me iba debilitando, pero yo lo asumía y descubrí ventajas para ello, también observé caras jóvenes pero almas engarrotadas, cosas que no puedo comprender... ya desistí hace tiempo en hacer que entrasen en razón y se dejasen de tantas ensoñaciones. Sí, de eso hace mucho tiempo, donde todo era fácil.

Noa

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