En ese momento sentí que nada más me importaría nunca.
"¿Me quieres?", me preguntó esbozando una sonrisa de oreja a oreja, encogiendo el cuello hacia atrás y estirando los brazos hacia mí en un cariñoso gesto de la más infinita ternura.
"Mucho más de lo que jamás llegué a pensar que sería posible", pensé para mis adentros mientras me limitaba a sonreír e ir a devolverle aquel abrazo que me estaba pidiendo con sus mudos gestos, un abrazo que para mi desgracia sólo transmitía amistad, comprensión, demasiado limitado afecto.
Aunque había muchísimas personas allí y nos separaban varias de ellas y algunos pasos, la distancia que para mí se interponía entre ambos era tan descomunal como el Universo mismo.
Tras cuatro pasos que me parecieron eternos, llegué hasta ella, pasando entre unos brazos extendidos que me fueron rozando el cuello a medida que me acercaba a ella hasta rodearlo cuando ya estuvimos pegados.
Mis brazos buscaron con sumergida ansiedad palpar su cuerpo, acariciar su espala, estrecharla contra mí en muestra de un cariño puro e infinito.
Nuestras mejillas se juntaron y mi boca quedó a la altura de su oído: "Hombre, un poquititito sí que te quiero ¿Eh?" Le dije en medio de aquel barullo.
"¿Me quieres?", me preguntó esbozando una sonrisa de oreja a oreja, encogiendo el cuello hacia atrás y estirando los brazos hacia mí en un cariñoso gesto de la más infinita ternura.
"Mucho más de lo que jamás llegué a pensar que sería posible", pensé para mis adentros mientras me limitaba a sonreír e ir a devolverle aquel abrazo que me estaba pidiendo con sus mudos gestos, un abrazo que para mi desgracia sólo transmitía amistad, comprensión, demasiado limitado afecto.
Aunque había muchísimas personas allí y nos separaban varias de ellas y algunos pasos, la distancia que para mí se interponía entre ambos era tan descomunal como el Universo mismo.
Tras cuatro pasos que me parecieron eternos, llegué hasta ella, pasando entre unos brazos extendidos que me fueron rozando el cuello a medida que me acercaba a ella hasta rodearlo cuando ya estuvimos pegados.
Mis brazos buscaron con sumergida ansiedad palpar su cuerpo, acariciar su espala, estrecharla contra mí en muestra de un cariño puro e infinito.
Nuestras mejillas se juntaron y mi boca quedó a la altura de su oído: "Hombre, un poquititito sí que te quiero ¿Eh?" Le dije en medio de aquel barullo.
Ella nunca lo supo, pero mientras pronunciaba aquellas palabras cerré los ojos y dejé a mi mente volar.
En ese momento, se me olvidó que nunca se fijaría en mí; en ese momento, se me olvidó todo menos una cosa: Ella.
Pasmada mi alma comprobé como el dulce olor de su pelo se filtraba de forma enormemente grácil por mi nariz, cómo en su pecho podía notar el latir de su corazón, lento, firme.
Por un segundo, imaginé un mundo a mi medida, uno en el que nada nos separase jamás....
En ese segundo, hice millones de planes, imaginé miles de situaciones posibles para vivir juntos, dejé fluir por mi mente cientos de palabras que no podían expresar ni de lejos lo que mi corazón gritaba...En ese minúsculo espacio de tiempo, mientras decenas de sensaciones llenaban mi mente, sólo una cosa me preocupaba en ese momento, que aquello durara eternamente.
Así, en una situación que duró apenas diez segundos, mi alma viajó por los parajes más increíbles que jamás imaginé. Por un momento fui feliz, libre, me sentí libre de todo pesar...
En ese momento, se me olvidó que nunca se fijaría en mí; en ese momento, se me olvidó todo menos una cosa: Ella.
Pasmada mi alma comprobé como el dulce olor de su pelo se filtraba de forma enormemente grácil por mi nariz, cómo en su pecho podía notar el latir de su corazón, lento, firme.
Por un segundo, imaginé un mundo a mi medida, uno en el que nada nos separase jamás....
En ese segundo, hice millones de planes, imaginé miles de situaciones posibles para vivir juntos, dejé fluir por mi mente cientos de palabras que no podían expresar ni de lejos lo que mi corazón gritaba...En ese minúsculo espacio de tiempo, mientras decenas de sensaciones llenaban mi mente, sólo una cosa me preocupaba en ese momento, que aquello durara eternamente.
Así, en una situación que duró apenas diez segundos, mi alma viajó por los parajes más increíbles que jamás imaginé. Por un momento fui feliz, libre, me sentí libre de todo pesar...
Para ellos, aquel abrazo en mitad de aquella fiesta sólo fue una excusa que utilicé para "pillar cacho".
Ellos...¡Qué sabrán ellos!
Ellos...¡Qué sabrán ellos!
Humanista incomprendido
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