Creer en un mundo mejor es posible, si somos nosotros los que construimos las armas para llevarlo a cabo. Hoy, un soleado día como hoy, uno hombre nos ha dejado. Un hombre en especial cuya alma siempre fue libre y sembró libertad para sus semejantes. Porque dio ejemplo de humanidad para demostrar al hombre lo que son los valores humanos.
Un hombre que respondió a la injusticia con misericordia, con respeto y perdón. Que trató a los hombres que lo encerraron durante casi treinta años sin ningún rencor. Que superó la pena y asumió los errores de otros para que no se volvieran a repetir, por un mundo sin discriminación, sin violencia ni odio, por ese lugar idealizado al que todos tenemos como fin convertir el planeta.
Necesito de poco para aplaudir su elocuencia, su prudencia y su talante. Su forma de haberse convertido en una de las grandes y magníficas leyendas del siglo XX que será recordada con cariño por todos nosotros y las consiguientes generaciones, que seguro lo verán como el luchador implacable, inspirador, que demostró que con la buena voluntad de las palabras y dos manos se puede hacer justicia sin necesidad de escatimar en desafíos o torturas. Mandela fue presidente legítimo y democrático de Sudáfrica durante los últimos años del siglo pasado y vio cómo todos los que le habían declarado la guerra años atrás y lo privaron en una cárcel reclutado poco a poco lo admiraron y se unieron a este aplauso que no cesó, de la superación que demostró y que hizo sembrar en una tierra de hostilidad. Los negros tuvieron voz y sellaron la paz por siempre, sin más vencedores ni vencidos. Hoy se ha apagado una de las luces que alumbraban a esta oscura humanidad. El recuerdo por siempre en el corazón de todos. Descanse en paz el libertador Nelson Mandela.
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