¿Quién dijo brotes verdes? El fuego sigue desolando la esperanza de vida. Sigue haciendo emigrar a las ardillas, a las lechuzas y a los corzos. Mientras las lagartijas se quedan adosadas a las piedras, panza arriba tomando el calorcito del infierno.
Esa es la imagen que existe, fiel copia de la realidad perturbada y desolada. Deshojada como el árbol que deja caer sus hojas para que otros se las lleven y apropien, con el con que de que están moribundas o muertas.

¿Vamos a salir de la crisis? ¿Para qué? Para volver otra vez a la época de la pandereta, de regalar todo a base de subvenciones. Estamos más que mal acostumbrados. Somos unos sinvergüenzas. Estamos comprados con sobornos. ¿Qué hombre es más libre que el pobre? Pero nadie quiere la pobreza. Que nadie les quite el opio del fútbol, de los programas del corazón... de tele5 y toda la inmundicia que por plató desfila.
Necesitamos independizarnos, de esta presencia corrupta. E imbuirnos en la esencia. En resaltar y no hacer problema de nuestras bondades, porque no hay cosa que el español no utilice contra queja. A pesar de la cosa más maravillosa del mundo, seguro que algún borrego de turno partido se le ocurre difamar con o sin sentido de la palabra. Hemos caído en la tentación de desprestigiar al hombre: las personas no valen nada, las ideas no valen nada.
No hemos llegado a tener, después de cinco años conciencia de crisis. Sólo sabemos que algo mal, y nos damos cuenta hasta que los reporteros de las noticias pasan de filmar a cientos de kilómetros de ti, hasta que llegan a la puerta de tu casa en formato “Comando Actualidad”, porque otra cosa no, pero salir en la tele, eso sabe como el que se sube a los altares a que Dios lo señale por su santa gloria eterna. La única idea buena, la llave a la revolución más idónea y precisa, el 15M, repleto de intelectualidad, de intención por salvar el país, de dar voz a la democracia que no se ajusta a los gobiernos, la echaron a pique. Poco a poco la carcomieron, y no se dan cuenta de lo que hicieron… silenciar a los hijos de aquellos hombres libres que un día se reunieron en Cádiz para decretar la primera de las Constituciones universales.
Criticamos a los perro-flautas, sin saber que son el reflejo de esa España indiferente que ha declarado la guerra a la s(u)ociedad en la que no cree ni le convence. La que está maniatada por políticos de uno y otro bando que se atrincheran a comer langostinos y jamón de pata negra en el Palace, mientras los fríos de enero caen sobre las colas del INEM.
¿Por qué nos silenciamos? ¿Por qué no están las ideas a la orden del día? ¿Por qué seguimos dejando este país, que es nuestro, en manos de incompetentes que negocian con mentiras? ¿Alguien ha leído Rebelión en la Granja ? La vida se nos pasa, pero a mí no me la quitan, al igual que no tolero que se aprovechen de mi prudente silencio.
Sire
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